16 noviembre 2007

Un domingo de noviembre



Esperó a comprobar el segundo toque, y la liberación se extendió por todo su cuerpo. Parece que era ayer cuando al escuchar las campanas, tenía que buscar el velo de su hermana para salir corriendo a misa. Aunque ella sólo tenía seis años, no podía entrar en la iglesia sin él. Hoy le parece mentira, ese tiempo pasado de sustos y temores. Si no llegaba antes del evangelio, podía entrar directamente en el infierno. !Era pecado mortal!
Escuchó tranquilamente el tercero y llegó al quiosco a comprar el periódico. Vio que ya estaba el último planeta de Juan José Millás y tuvo que echar mano de la cartera. No acostumbraba a comprar los planetas, pero su admirado Millás era diferente.
El día tenía un sol de otoño, claro y limpio que permitía ver a distancia. No hacía viento, la temperatura y el ambiente eran de primavera.
Acordaron subir al alto del Mazuco, para ver la costa desde la montaña. Los dos amigos caminaban igual que hace treinta años, cuando en su primer destino salían a pasear por la Peña de los Enamorados en Antequera. Si no fuera por los bastones y otras minucias nadie diría que ya están jubilados. Hacía tiempo que no se veían, y el caminar ahora juntos, les ensanchaba el horizonte ya de por si amplio. Como no había barra, la mar era inmensa. La costa se recortaba al pie de la ería y se llegaba a ver la casa allí abajo.
A la hora del vermut, después de la caminata, la sidra entraba sola. Cayeron dos botellas, una por cabeza y no era solo compartir el vaso, era algo más, tras tantos años de amistad y de coincidencia en el pensar.
El arroz con los boletos edulis parecía de guormet, (aunque no se lo que significa eso.) No quedó nada para la noche.
El libro de Millás era más flojo de lo esperado. No se pueden comprar los premios planetas.
Como en casa, por suerte, no tenemos tele, combinaba el periódico con ”Rayuela” y saboreaba la relectura. Además no importaba, siempre había leído a saltos y disfrutado de encontrar un trozo sin leer, en una buena obra.
Al anochecer cogió el portátil para ver qué comentaba la Momia con Espuma y Gladys. Todo estaba en orden. Seguíamos unidos a través del espacio. El último texto de “Un día de otoño” no lo entendía nadie.

Fotografía: Alto de la Tornería. Llanes

05 noviembre 2007

Un día de otoño



¿Era a las nueve o era a las diez?
Sobre las diez. Coprinos sin vino. Camino de Santiago o camino a Nueva de Llanes. Eucaliptos con cantarelos, algo bueno. Explosión de un cometa visible como una nube, es un decir o eso dice el periódico
Ajo, aceite y pimienta !Qué ricos los coprinos! Los cantarelos al sol, otro día será. Un pisto con chorizo y agua para beber.
Me llamo Kendra. La espera se alarga, pronto será.
Hoy no hay polvo, mañana caerá.
Llanes al cubo, carpa del muelle. Concejo desde el cielo, Piedra al fondo a la derecha. Tonada bien cantada, Chocolate con churros cargados de azúcar. Marea baja, barcos de costado. Paseo del puerto a la sombra de las farolas.
Amigos que se van, amigos que pronto vendrán
Nerja a lo lejos. Mi madre al teléfono, tan cerca. Sevilla.
Foto de Áyobe de reojo, amor de abuelo. Correos que vuelan, reparten la dicha y !oh! técnica, leo las respuestas desde el sillón de la casa.
Roma, Francesca y Fulvio con Giulio o Guisto o Ius o Giú o Justo. Navarro no, granadino. Leo FINALMUSIK, dicen que novela. ¿Será ensayo?
Ayer Gibson me contaba su vida y rezaba como novela, hoy Justo Navarro me cuenta unos días en Roma y no parece una novela. Leo y recuerdo al chino que se levantó desde el fondo de la platea. Márquez y su novela.
Babelia viene completa:
Inédito de Cortázar. Mi admirado Muñoz Molina. Qué maravilla cuando recuerda a los aceituneros de su pueblo, que al igual que me ocurre con García Márquez, me vienen siempre a la memoria al leer algo nuevo de él. Manuel Vincent escribe sobre Lampedusa o Giuseppe Tomasi escribe sobre él.

Fotografía: otoño en el Ponga. Asturias.